lunes, 15 de febrero de 2010

Segunda Inconveniencia del Universo*

Las flores no pueden llorar por si solas, no saben como hacerlo. Por eso dependen del rocío de las noches. Les tienes que compartir tus lágrimas, entonces las toman delicadamente y se las ponen en los ojos esos pequeños cristales tan valiosos , las lamen con sus pétalos.     

Había una flor, una solitaria que tenia esperanzas en los poros. Estaba en medio del bosque, sus frágiles pétalos eran rojos, un rojo roído por la soledad. Un día nació junto a ella una pequeña flor, la probabilidad de que esto ocurra es universal, casi tanto como las inconveniencias por si mismas.

Nació la pequeña flor con pétalos blancos, delicada, tierna, discreta. Ingenua. 

Amor, segunda inconveniencia del universo. Como era de preverse las dos flores se conocieron, al cabo de un día se enamoraron.  Ojalá alguien hubiera prevenido a cualquiera de las dos flores, ojalá alguien las hubiera separado antes de conocerse.

Amor, segunda inconveniencia del universo. La flor roja le enseño todo a la pequeña, la alimento con sueños, le dio de beber su propio rocío, la amo profundamente.

Flor tonta. Sus poros tenían ya muchas esperanzas, las flores no saben llorar y esta había dado mucho de su rocío a la flor blanca. En algún momento esa falta agua afecta.        

La flor roja se seco. Las flores no saben llorar por si solas, necesitan que les compartas de tus lágrimas, entonces las toman delicadamente y se las ponen en los ojos... la flor blanca vio como moría la roja. Amor, segunda inconveniencia del universo. Ingenua flor blanca, dio todo su amor a la flor roja y no pudo siquiera llorar su muerte.  

Pasaron cinco segundos agonizantes, una muerte microcósmica siquiera la noto el bosque, mucho menos el universo. La flor blanca vivió otros tres segundos, tanta falta de agua la seco igualmente. Un espasmo de inmensidad en el espectáculo, el árbol que bailaba junto ya sabia el final, antes de que naciera la flor roja siquiera. 

Al morir la flor roja soltó sus esperanzas por los poros, son muy delicadas. Al instante, se vio un saco que las tomaba, con la sutileza de la seda. Después solo se vio a un espantapájaros alejarse, con un saco en la espalda y dos flores que caían, una sobre la otra, con lagrimas sobre sus pétalos marchitos.                

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